205 Aniversario

 205 Aniversario del nacimiento de Friedrich Engels


#28Nov 205 Aniversario del nacimiento de Friedrich Engels

Insigne defensor de los derechos de la clase obrera y del campesinado. Sus aportes teóricos contribuyeron a edificar el Socialismo Científico como instrumento del proletariado para alcanzar su definitiva emancipación de la explotación del hombre por el hombre.

Sus huellas indelebles guían los pasos de los partidos comunistas y obreros como vanguardia del proletariado con miras a la construcción del socialismo-comunismo.


Friedrich Engels

¡Qué lumbrera intelectual se ha apagado!

¡Qué gran corazón ha dejado de latir! 81

 


El 5 de agosto de 1895 murió en Londres Federico Engels. Después de su amigo Carlos Marx (fallecido en 1883), Engels fue el más destacado sabio y maestro del proletariado contemporáneo de todo el mundo civilizado. Desde que el destino hizo amigos a Carlos Marx y Federico Engels, la labor de toda su vida se convirtió en una obra común. De ahí que, para comprender lo que Federico Engels ha hecho por el proletariado, sea necesario ver claramente la importancia de la doctrina y la actividad de Marx en el desarrollo del movimiento obrero contemporáneo. Marx y Engels fueron los primeros en demostrar que la clase obrera, con sus reivindicaciones, es un producto necesario del sistema económico existente, el cual, junto con la burguesía, crea y organiza inevitablemente al proletariado. Demostraron que no serán las tentativas bienintencionadas de generosos individuos aislados, sino la lucha de clase del proletariado organizado lo que liberará a la humanidad de las calamidades que la agobian. Marx y Engels fueron los primeros en dilucidar en sus obras científicas que el socialismo no es una invención de soñadores, sino la meta y el resultado ineluctable del desarrollo de las fuerzas productivas en la sociedad contemporánea. Toda la historia escrita ha sido hasta ahora la historia de la lucha de clases, la sucesión del dominio y las victorias de unas clases sociales sobre otras. Y esto continuará hasta que desaparezcan las bases de la lucha de clases y de la dominación de clase: la propiedad privada y la producción social caótica. Los intereses del proletariado exigen que estas bases sean destruidas, por lo cual la lucha de clase consciente de los obreros organizados debe estar dirigida contra ellas. Y toda lucha de clases es una lucha política.

Estas ideas de Marx y Engels las ha hecho suyas en nuestros días todo el proletariado en lucha por su emancipación. Pero cuando, en la década del 40, colaboraban como buenos amigos en las publicaciones socialistas y participaban en los movimientos sociales de su tiempo, estas concepciones eran completamente nuevas. Entonces había muchos hombres de talento y sin talento, honestos y deshonestos, que, en el ardor de la lucha por la libertad política, de la lucha contra la autocracia de los monarcas, la policía y el clero, no veían el antagonismo existente entre los intereses de la burguesía y los del proletariado. Estos hombres no admitían siquiera la idea de que los obreros actuasen como una fuerza social independiente. Por otra parte, abundaban los soñadores, a veces geniales, que creían suficiente convencer a los gobernantes y a las clases dominantes de la injusticia del régimen social existente para que resultara fácil implantar en el mundo la paz y el bienestar general. Soñaban con un socialismo sin lucha. Por último, casi ningún socialista de aquella época -ni, en general, los amigos de la clase obrera- veían en el proletariado más que una llaga y contemplaban con horror cómo, a la par con el crecimiento de la industria, crecía también esta llaga. De ahí que todos ellos pensaran en cómo detener el desarrollo de la industria y del proletariado, en cómo parar "la rueda de la historia". En contraste con el temor general al desarrollo del proletariado, Marx y Engels cifraban todas sus esperanzas en el continuo crecimiento de éste. Cuanto más proletarios haya, tanto mayor será su fuerza como clase revolucionaria y tanto más próximo y posible será el socialismo. Los méritos de Marx y Engels ante la clase obrera podrían expresarse, en pocas palabras, del siguiente modo: enseñaron a la clase obrera a conocerse y a tener conciencia de sí misma y sustituyeron los ensueños con la ciencia.

De ahí que el nombre y la vida de Engels deban ser conocidos de todo obrero; de ahí que insertemos en nuestra recopilación -la cual, como todo lo que editamos, tiene por objeto despertar la conciencia de clase de los obreros rusos- un ensayo sobre la vida y la actividad de Federico Engels, uno de los dos grandes maestros del proletariado contemporáneo.


Engels nació en 1820 en Bremen, ciudad de la provincia renana del reino de Prusia. Su padre era fabricante. En 1838, motivos familiares obligaron a Engels, antes de terminar los estudios en el liceo, a colocarse como dependiente en una casa de comercio de Bremen. Este trabajo no le impidió ocuparse en su capacitación científica y política. Siendo todavía alumno del liceo, odió ya la autocracia y la arbitrariedad de los funcionarios públicos. El estudio de la filosofía le llevó más lejos. En aquella época, en la filosofía alemana predominaba la doctrina de Hegel, de la que Engels se hizo adepto. A pesar de que el propio Hegel era admirador del Estado autocrático prusiano, a cuyo servicio se hallaba como catedrático de la Universidad de Berlín, la doctrina de Hegel era revolucionaria. La fe de Hegel en la razón humana y en los derechos de ésta y el postulado fundamental de la filosofía hegeliana, según el cual en el mundo se opera un proceso constante de mutación y desarrollo, llevaron a los discípulos del filósofo berlinés que no querían resignarse con la realidad a la idea de que también la lucha contra la realidad, la lucha contra la injusticia existente y el mal reinante tiene sus raíces en la ley universal del desarrollo eterno. Si todo se desarrolla, si unas instituciones sustituyen a otras, ¿por qué han de subsistir eternamente la autocracia del rey prusiano o del zar ruso, el enriquecimiento de una minoría insignificante a expensas de la inmensa mayoría, el dominio de la burguesía sobre el pueblo? La filosofía de Hegel hablaba del desarrollo del espíritu y de las ideas: era una filosofía idealista. Deducía del desarrollo del espíritu el desarrollo de la naturaleza, del hombre y de las relaciones entre los hombres, de las relaciones sociales. Marx y Engels, conservando la idea de Hegel del eterno proceso de desarrollo[1], rechazaron su preconcebida visión idealista; analizando la vida real, vieron que no es el desarrollo del espíritu lo que explica el desarrollo de la naturaleza, sino, a la inversa, que el espíritu tiene su explicación en la naturaleza, en la materia...

A diferencia de Hegel y otros hegelianos, Marx y Engels eran materialistas. Enfocaron el mundo y la humanidad desde un punto de vista materialista y vieron que, de la misma manera que todos los fenómenos de la naturaleza se basan en causas materiales, el desarrollo de la sociedad humana está condicionado también por el desarrollo de las fuerzas materiales, de las fuerzas productivas. Del desarrollo de las fuerzas productivas dependen las relaciones que establecen los hombres entre sí en el proceso de producción de los objetos indispensables para satisfacer las necesidades humanas. Y en estas relaciones está la explicación de todos los fenómenos de la vida social, de los anhelos del hombre, de sus ideas y sus leyes. El desarrollo de las fuerzas productivas crea las relaciones sociales que se asientan en la propiedad privada. Pero ahora vemos que este mismo desarrollo de las fuerzas productivas despoja de la propiedad a la mayoría para concentrarla en manos de una insignificante minoría; destruye la propiedad, base del régimen social actual, y tiende al mismo fin que se han señalado los socialistas. Mas los socialistas deben comprender cuál es la fuerza social que, por su situación en la sociedad contemporánea, está interesada en realizar el socialismo y hacer que esta fuerza adquiera conciencia de sus intereses y de su misión histórica. Esta fuerza es el proletariado. Engels lo conoció en Inglaterra, en Manchester, centro de la industria inglesa, adonde se trasladó en 1842 como empleado de una casa comercial de la que su padre era socio. Engels no se limitó allí a permanecer en la oficina de la fábrica, sino que anduvo por los barrios inmundos en que se albergaban los obreros y vio con sus propios ojos la miseria y las calamidades que los azotaban. No conformándose con sus propias observaciones, Engels leyó cuanto se había escrito hasta entonces sobre la situación de la clase obrera inglesa y estudió minuciosamente todos los documentos oficiales a su alcance. Fruto de dichas observaciones y estudios fue su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra, aparecido en 1845. Hemos señalado ya más arriba en qué consiste el mérito principal de Engels como autor de este libro. Cierto que también antes de Engels fueron muchos los que describieron los sufrimientos del proletariado e indicaron la necesidad de ayudarle. Pero Engels fue el primero en afirmar que el proletariado no es sólo una clase que sufre, que precisamente la ignominiosa situación económica en que se encuentra lo impulsa con fuerza incontenible hacia adelante y le obliga a luchar por su emancipación definitiva. Y el proletariado en lucha se ayudará a sí mismo. El movimiento político de la clase obrera llevará de manera ineluctable a los trabajadores a comprender que su única salida es el socialismo. Por otra parte, el socialismo se transformará en una fuerza sólo cuando se convierta en el objetivo de la lucha política de la clase obrera. Tales son las ideas fundamentales del libro de Engels sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra, ideas asimiladas hoy por todo el proletariado que piensa y lucha, pero que entonces eran completamente nuevas. Estas ideas fueron expuestas en un libro escrito con amenidad, lleno de cuadros de lo más fidedignos y espantosos que mostraban las calamidades del proletariado inglés. Era un libro que constituía una terrible acusación contra el capitalismo y la burguesía y que produjo una impresión grandísima. En todas partes se empezó a citar la obra de Engels como el cuadro que mejor representaba la situación del proletariado contemporáneo. Y en efecto, ni antes de 1845 ni después ha aparecido una descripción tan brillante y veraz de las calamidades de la clase obrera.

Engels se hizo socialista estando ya en Inglaterra. En la ciudad de Manchester se puso en contacto con los dirigentes del movimiento obrero inglés de entonces y empezó a colaborar en las publicaciones socialistas inglesas. En 1844, al pasar por París de regreso a Alemania, conoció personalmente a Marx, con quien mantenía ya correspondencia. En París, Marx se había hecho también socialista bajo la influencia de los socialistas franceses y de la vida en Francia. Los dos amigos escribieron allí en colaboración su obra La sagrada familia o crítica de "la crítica crítica". Esta obra, escrita en su mayor parte por Marx y aparecida un año antes que La situación de la clase obrera en Inglaterra, contiene las bases del socialismo materialista revolucionario, cuyas ideas principales hemos expuesto antes. La sagrada familia es un sobrenombre burlesco dado a los hermanos Bauer y a los adeptos de su filosofía. Estos señores predicaban una crítica situada por encima de toda realidad, por encima de los partidos y de la política, que negaba toda actuación práctica y se limitaba a contemplar con "espíritu crítico" el mundo circundante y cuanto ocurría en él. Los señores Bauer desdeñaban al proletariado, viendo en él una masa carente de sentido crítico. Marx y Engels se alzaron con energía contra esta tendencia absurda y nociva. En nombre de la verdadera personalidad humana -la del obrero pisoteado por las clases dominantes y por el Estado- Marx y Engels exigían no la contemplación, sino la lucha por un orden social mejor. Y veían, naturalmente, que la fuerza capaz de librar esta lucha e interesada en ella es el proletariado. Antes ya de que apareciese La sagrada familia, Engels había publicado en la revista Anales Franco-Alemanes, editada por Marx y Ruge, sus Ensayos críticos sobre Economía Política, en los que analizaba desde el punto de vista del socialismo los fenómenos básicos del régimen económico contemporáneo como consecuencias inevitables de la dominación de la propiedad privada. Su relación con Engels contribuyó, sin duda, a que Marx se decidiera a ocuparse de la economía política, ciencia en la que sus obras produjeron toda una revolución.

Engels vivió en Bruselas y en París desde 1845 hasta 1847, alternando los estudios científicos con las actividades prácticas entre los obreros alemanes residentes en dichas ciudades. Engels y Marx se relacionaron allí con una asociación clandestina alemana, la Liga de los Comunistas83, la cual les encargó que expusiesen los principios fundamentales del socialismo elaborado por ellos. Así surgió el famoso Manifiesto del Partido Comunista, de Marx y Engels, que vio la luz en 1848. Este pequeño libro vale por tomos enteros: su espíritu viene dando vida y movimiento hasta hoy a todo el proletariado organizado y combatiente del mundo civilizado.

La revolución de 1848, que estalló primero en Francia y se extendió después a otros países de Europa Occidental, permitió a Marx y Engels regresar a su patria. Allí, en la Prusia renana, asumieron la dirección de la Nueva Gaceta del Rin84, periódico democrático que aparecía en la ciudad de Colonia. Los dos amigos fueron el alma de todas las tendencias democráticas revolucionarias de la Prusia renana. Defendieron hasta la última posibilidad los intereses del pueblo y de la libertad frente a las fuerzas reaccionarias. Como se sabe, estas últimas vencieron. La Nueva Gaceta del Rin fue suspendida, y Marx, que mientras se hallaba en la emigración había sido privado de la ciudadanía prusiana, fue expulsado del país; en cuanto a Engels, participó en la insurrección armada del pueblo, combatió en tres batallas en pro de la libertad y huyó a Londres, a través de Suiza, después de ser derrotados los insurgentes.

Marx se estableció también allí. Engels no tardó en colocarse en la misma casa de comercio de Manchester en que había trabajado durante la década del 40 y de la que después se hizo socio. Hasta 1870 vivió en Manchester; Marx, en Londres. Pero eso no fue óbice para que siguieran en el más íntimo contacto espiritual, manteniendo correspondencia casi a diario. En esta correspondencia, los dos amigos intercambiaron ideas y conocimientos y continuaron elaborando en común la doctrina del socialismo científico. En 1870 Engels se trasladó a Londres y hasta 1883, año en que murió Marx, los dos prosiguieron su vida intelectual conjunta, llena de intensísimo trabajo. Su resultado fue, por parte de Marx, El Capital, la más grande obra de economía política de nuestro siglo, y, por parte de Engels, toda una serie de obras de mayor o menor volumen. Marx se dedicó a analizar los complejos fenómenos de la economía capitalista. Engels enfocó en sus trabajos, escritos con gran fluidez y muchas veces en forma de polémica, los problemas científicos más generales y los diversos fenómenos del pasado y del presente en el espíritu de la concepción materialista de la historia y de la doctrina económica de Marx. De estos trabajos de Engels citaremos: la obra polémica contra Dühring (en la que analiza los problemas más importantes de la filosofía, las ciencias naturales y la sociología)[1], El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (traducida al ruso y editada en San Petersburgo, 3a ed., 1895), Ludwig Feuerbach (traducción al ruso y notas de J. Plejánov, Ginebra, 1892), un artículo acerca de la política exterior del gobierno ruso (traducido al ruso y publicado en Sotsial-Demokrat86, núms. 1 y 2, en Ginebra), sus magníficos artículos sobre el problema de la vivienda87 y, finalmente, dos artículos, cortos pero muy valiosos, dedicados al desarrollo económico de Rusia (Federico Engels acerca de Rusia, traducido al ruso por V. Zasúlich, Ginebra, 1894) 88.


Marx murió sin haber logrado dar remate definitivo a su grandiosa obra sobre el capital. Sin embargo, esta obra estaba terminada en borrador, y Engels, después de haber fallecido su amigo, emprendió la difícil tarea de redactar y editar los tomos segundo y tercero de El Capital. En 1885 publicó el segundo y en 1894 el tercero (el cuarto no le dio tiempo a redactarlo)89. La preparación de estos dos tomos le dio muchísimo trabajo. El socialdemócrata austriaco Adler observó 
con razón que, con la edición de los tomos segundo y tercero de El Capital, Engels erigió a su genial amigo un monumento majestuoso en el que, involuntariamente, grabó también con trazos indelebles su propio nombre. En efecto, estos dos tomos de El Capital son obra de ambos: de Marx y Engels. Las leyendas de la antigüedad nos ofrecen conmovedores ejemplos de la amistad. El proletariado europeo puede decir que su ciencia fue creada por dos sabios y luchadores cuyas relaciones mutuas superan a todas las leyendas antiguas más emocionantes sobre la amistad humana. Engels siempre, y en general con toda justicia, se posponía a Marx. "Al lado de Marx -escribió en una ocasión a un viejo amigo suyo- me correspondió el papel de segundo violín"90. Su cariño a Marx, mientras éste vivió, y su veneración a la memoria del amigo muerto fueron infinitos. Engels, luchador inflexible y pensador severo, era hombre de una gran ternura.

Después del movimiento de 1848-1849, Marx y Engels, en el exilio, no se dedicaron sólo a la labor científica. Marx fundó en 1864 la Asociación Internacional de los Trabajadores, que dirigió durante todo un decenio. También, Engels participó intensamente en sus actividades. La labor de la Asociación Internacional, que, de acuerdo con las ideas de Marx, unía a los proletarios de todos los países, tuvo magna importancia para el desarrollo del movimiento obrero. Pero incluso después de disolverse la Asociación Internacional en la década del 70, el papel de Marx y de Engels como unificadores no cesó. Por el contrario, puede afirmarse que su importancia como dirigentes espirituales del movimiento obrero creció de día en día, porque el propio movimiento continuó desarrollándose sin cesar. Después de fallecer Marx, Engels, solo, siguió siendo el consejero y dirigente de los socialistas europeos. A él acudían por igual en busca de consejos y orientaciones tanto los socialistas alemanes, cuya fuerza, a despecho de las persecuciones gubernamentales, aumentaba constante y rápidamente, como los representantes de países atrasados, por ejemplo, españoles, rumanos y rusos, que debían meditar y sopesar bien sus primeros pasos. Todos ellos aprovechaban el riquísimo tesoro de conocimientos y experiencias del viejo Engels.
Marx y Engels, que sabían ruso y leían libros en esa lengua, se interesaban vivamente por Rusia, seguían simpatía el movimiento revolucionario de nuestro país y mantenían relaciones con revolucionarios rusos. Ambos se hicieron socialistas siendo ya demócratas y su sentimiento democrático de odio a la arbitrariedad política era extraordinariamente vivo. Este sentimiento político natural, unido a la profunda comprensión teórica del nexo existente entre la arbitrariedad política y la opresión económica, así como a su riquísima experiencia de la vida, hicieron que Marx y Engels fueran sensibles en extremo precisamente en el sentido político. Por eso, la heroica lucha que sostenía un puñado de revolucionarios rusos contra el poderoso gobierno zarista halló la más profunda simpatía en el corazón de esos dos revolucionarios probados. Y a la inversa, era natural que el intento de volver la espalda a la tarea más inmediata e importante de los socialistas rusos -la conquista de la libertad política-, en aras de supuestas ventajas económicas, les pareciese sospechoso e incluso lo considerasen una traición a la gran causa de la revolución social. "La emancipación del proletariado debe ser obra del proletariado mismo", enseñaron siempre Marx y Engels91. Y para luchar por su emancipación económica, el proletariado debe conquistar ciertos derechos políticos. Además, Marx y Engels vieron con toda claridad que la revolución política en Rusia tendría también una importancia gigantesca para el movimiento obrero de Europa Occidental. La Rusia autocrática ha sido siempre el baluarte de toda la reacción europea. Por supuesto, la situación internacional extraordinariamente ventajosa en que colocó a Rusia la guerra de 187092, que sembró por largo tiempo la discordia entre Alemania y Francia, no hizo sino aumentar la importancia de la Rusia autocrática como fuerza reaccionaria. Sólo una Rusia libre, que no tenga necesidad de oprimir a los polacos, finlandeses, alemanes, armenios y otros pueblos pequeños, ni de azuzar continuamente una contra otra a Francia y Alemania, dará a la Europa actual la posibilidad de respirar aliviada del peso de las guerras, debilitará a todos los elementos reaccionarios del continente y aumentará la fuerza de la clase obrera europea. De ahí que Engels, teniendo también en cuenta los intereses del movimiento obrero de Occidente, deseara calurosamente la implantación de la libertad política en Rusia. Los revolucionarios rusos han perdido en su persona al mejor de sus amigos.
¡Memoria eterna a Federico Engels, gran luchador y maestro del proletariado!

Escrito en el otoño de 1895. Publicado por vez primera en 1896, en el núm. 1-2 de la recopilación "Rabótnik".

T. 2, págs. 1-14.



[1] Es un libro sumamente instructivo y enjundioso. Por desgracia, sólo ha sido traducida al ruso una pequeña parte de él: la que esboza la historia del desarrollo del socialismo (El desarrollo del socialismo científico85, 2a, ed., Ia 1892, Ginebra.) 


[1] Marx y Engels señalaron más de una vez que debían en gran parte su desarrollo intelectual a los grandes filósofos alemanes y, en particular, a Hegel. “Sin la filosofía alemana -dijo Engels- no existiría tampoco el socialismo científico”82.




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